Desde hace una década y durante las que están por venir, aquellos que entren en el vestuario de los Calgary Flames tendrán un importante listón de dignidad, clase y orgullo que superar. Durante un total de 16 temporadas, Jarome Iginla, capitán del equipo, demostró el significado de representar a una ciudad y su espíritu con una sonrisa cada vez que tenía la oportunidad. Iginla no sólo se marchó de la franquicia con el mayor total de puntos registrado por un jugador, sino que estableció los pilares para los próximos que vistieran la ‘C’ en llamas: trabajo, fe y sacrificio.
Iginla creció a pocos kilómetros de Edmonton, por lo que, irónicamente, animó durante sus años de infancia y juventud al rival de los Flames. No obstante y pese a la variable geográfica, el fuego le venía de familia. Su abuelo se encargó de que Jarome vistiera su primera camiseta de Calgary años antes de su debut con la franquicia de Alberta una noche de primavera de 1996.
Es el máximo anotador de la franquicia y único jugador que ha rebasado la cifra de los 1,000 puntos, también es el máximo goleador histórico superando los 500 goles
En sus 16 campañas con los Flames, Iggy acumuló un total de 1.095 puntos en más de 1.200 partidos. Asimismo, en el global de su trayectoria de 20 cursos en la NHL, alcanzó las 1.300 unidades en un total de 1.554 partidos de temporada regular. Su capacidad para fabricar puntos es por lo que se recordará al extremo derecho, pero si no encontraba el fondo de la red o servía goles en bandeja a sus compañeros de equipo, daba rienda suelta a otra de sus habilidades: mermar a los rivales.
No tentar a la suerte
Los líderes siempre encuentran la manera de llegar al éxito. Jarome Iginla representó esta máxima a la perfección. Como un buen novelista, el inspirado extremo también tenía sus noches de silencio, especialmente en ataque. Sin embargo, en ese silencio emergía desde su interior un lado físico que insuflaba vida a los suyos y restaba fuerzas a los oponentes. El natural de Edmonton jugaba con más ímpetu todavía cuando un rival lo tentaba, tanto era así que hasta compañeros como Craig Conroy alimentaban la leyenda del Iginla enfurecido.
Iginla terminó su carrera profesional con 625 goles, 675 asistencias y 72 peleas durante las 20 temporadas en las que patinó por el hielo de la NHL. Los números le aúpan a la cima del hockey, pero no muestran lo intangible. El extremo derecho destacó sobremanera en una estadística invisible, pues son incontables las veces que Calgary volvió al encuentro alentado por un combate de Iginla. El impacto generado por el canadiense desde el apartado físico sobresalió como ningún otro.
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Un corazón en llamas
Iginla vincula a menudo el éxito en su carrera deportiva a su fe en la religión, donde residen gran parte de sus creencias. Sea por razón divina o no, la vitrina del natural de Edmonton luce brillante con un campeonato del mundo juvenil, dos copas Memorial, dos trofeos Rocket Richard así como los trofeos Art Ross, Lester B. Pearson y King Clancy. Por supuesto, el historial le valió la entrada en el Salón de la Fama del Hockey en la promoción de 2020.
Iggy forma parte de la realeza de los Flames. El dueño del ala derecha del Saddledome divulga su amor por Calgary y su agradecimiento por haber tenido la posibilidad de disputar más de tres cuartos de su carrera en la ciudad de la Estampida. La sinergia de Iginla con los aficionados y la comunidad – a través de acciones y donaciones para con asociaciones locales – redondea el corazón de oro y fuego que demostró sobre el hielo. Con todo, el listón para el liderato de los Calgary Flames está a la altura del trabajo, la fe y el sacrificio demostrados por Jarome Iginla.
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