La temporada anterior, los poderosos New York Islanders se hicieron con la primera Stanley Cup bajo la batuta de Al Arbour. El equipo era un gigante plagado de futuras superestrellas con Mike Bossy, Clark Gilles y Bryan Trottier a la cabeza. En aquella campaña, Arbour decidió fijar la Copa como objetivo principal y no preocuparse por terminar en la cima de la NHL.
El conjunto de la 1979/80 cerró el curso regular con menos de 100 puntos y se clasificó para los playoffs. La estrategia de Arbour ya había dado resultado. Después de arrasar en las eliminatorias, los Islanders prevalecieron ante los Philadelphia Flyers en la final.
Con menos de diez años de existencia, New York cementó su dinastía durante la temporada 1980/81. Los Isles registraron 110 puntos en la competición regular y destruyeron sistemáticamente a sus rivales en los playoffs camino a levantar su segunda de cuatro Stanley Cups. El equipo estaba lleno de jugadores ávidos de repetir el éxito del año previo y contaron con el liderazgo excepcional necesario para lograr el objetivo.
Los Islanders entraron en la 1980/81 con una Copa a su nombre y destinados, aparentemente, a liderar la liga. Arbour y sus pupilos tenían claro el objetivo de repetir la hazaña antes de que empezara la nueva campaña. El equipo realizó una serie de movimientos en verano para asentar la plantilla, pero las piezas principales del puzle compuesto por Bill Torrey, director general, ya llevaban un año en su sitio tras la llegada de Butch Goring. La química y el impulso del conjunto era lo que emocionaba a los aficionados de cara a la nueva década.
New York dominó un curso regular coronado por una racha de 15 victorias, plusmarca entonces de la franquicia, y los 50 goles de Bossy en 50 encuentros. El extremo derecho continuó anotando a un ritmo alarmante y terminó el ejercicio como principal goleador de la NHL con 68 tantos y 119 puntos. Asimismo, el natural de Quebec lideró la liga en numerosas categorías ofensivas como goles ganadores o hat tricks.
Trottier no se quedó atrás. El center amasó puntos y volvió locos a los porteros rivales con 31 goles y 72 asistencias – 103 puntos. Además de por su faceta en ataque, el canadiense también era conocido por visitar con asiduidad la zona de penalización y dobló los minutos de expulsión de Bossy con 74. No obstante, dos jugadores no representan un equipo entero y cabe remarcar que los Islanders perdieron más de tres duelos consecutivos sólo una vez durante la temporada.
En la primera ronda, New York se citó con los Toronto Maple Leafs y despacharon rápidamente a los decimosextos cabezas de serie en tres partidos seguidos. El tercer partido de la serie supuso la primera ocasión en que los Islanders ganaban un partido de playoff en la capital de Ontario. Fue suficiente para sellar una eliminatoria a cinco encuentros en la que los Isles superaron a los Leafs por 20 goles a 4.
Los Edmonton Oilers, encabezados por la incipiente estrella Wayne Gretzky, esperaban en los cuartos de final y proporcionaron a los Islanders la única competición durante las eliminatorias. Con el tanteo 3 a 2 a favor de New York, la serie regresó a Edmonton, donde los Isles la cerraron mediante un gol en el tercer periodo de Bob Nystrom. El emparejamiento había dejado actuaciones brillantes como los tripletes de Denis Potvin y Gretzky o el tanto en la prórroga de Ken Morrow, héroe olímpico estadounidense frente a la Unión Soviética en Lake Placid 1980.
Las semifinales fueron un encuentro memorable únicamente por una razón, el rival, sus vecinos de Manhattan, los New York Rangers. No obstante, los Islanders barrieron a su oponente en cuatro duelos y los superaron por 22 goles a 8. Pese a la rivalidad y aversión que existe entre jugadores y aficionados de ambos clubes, fue una eliminatoria desigual. De ahí que naciera un cántico clásico en el Nassau Coliseum durante los años 80 y primeros años 90, “1940”, en referencia a la última vez que los Rangers habían ganado la Copa. El lema quedó en desuso 13 años después, cuando la Stanley Cup aterrizó finalmente al Madison Square Garden.
Los Islanders se toparon con los Minnesota North Stars en la final, la última de la década con dos equipos de los Estados Unidos. Los de Bloomington se habían deshecho de rivales imponentes como los Boston Bruins, Buffalo Sabres y Calgary Flames. El equipo contaba con el también olímpico en 1980 Neal Broten y el francotirador Dino Ciccarelli.
Lo que aparentemente iba a ser una serie reñida se quedó en otro dominante triunfo de los Islanders, que vencieron la serie por 4 a 2 para hacerse con su segunda de cuatro Copas consecutivas. Goring, ampliamente reconocido como uno de los jugadores más completos en la historia de la liga, demostró ser la última pieza de un puzle inquebrantable y se llevó a casa el trofeo Conn Smythe como MVP de los playoffs.