Yo este mes iba a ver una peli de acción. Lo prometo. Pero las circunstancias han querido que me reencuentre con una de las mejores comedias románticas de los 90: Pasión por el triunfo o The Cutting Edge, en inglés. En realidad es una saga de películas, pero yo solo os voy a hablar de la primera, la de 1992, que es la buena (y la mejor comedia romántica de hockey de la que os he hablado hasta ahora).
Esta película estadounidense (aunque rodada en Canadá), dirigida por Paul Michael Glaser, empieza con Doug Dorsey (D. B. Sweeney), lo mejor que el hockey amateur de los Estados Unidos tiene que ofrecer y, por lo tanto, estrella del equipo olímpico en Calgary 1988 (recordemos que los jugadores de la NHL, como ahora, no iban a las Olimpiadas), llegando deprisa y corriendo a jugar la final. En el camino, se choca con una patinadora, Kate Moseley (Moira Kelly). Ellos no lo saben, pero ese día va a cambiar su vida: durante el partido, Doug sufre una lesión que le quita visión en un ojo y acaba con sus expectativas de tener una carrera profesional; la pareja de patinaje de Kate, con quien ya tenía problemas, la deja caer en la pista.
Dos años después, Kate está entrenando para los Juegos Olímpicos de 1992 en Albertville, Francia, pero no consigue mantener a ninguna pareja por sus exigencias y su difícil personalidad. Desesperado, su entrenador (Roy Dotrice) se pone en contacto con Doug, al que vio patinar en Calgary, y le ofrece formar pareja con Kate. Aunque Doug al principio se niega, no tarda en ver que es su única oportunidad de volver al hielo en una competición de ese nivel en vez de seguir trabajando en una fábrica de acero en su Minnesota natal.
«Pareja quiere decir dos. No tienes compañero, así no vas a ningún sitio. ¿Y adónde vas tú? Ah, te vuelves a Siberia. Patinar en un estanque es muy emocionante. Y créeme, Gretzky, soy tu última oportunidad».
Doug y Kate chocan desde el primer momento, tanto por sus personalidades opuestas como por sus diferentes experiencias vitales: solo los une la competitividad. Doug tiene dos años para cambiar su visión del hielo, acostumbrarse a los patines diferentes y contarle a su familia su cambio de carrera. Kate tendrá que usar ese tiempo para aprender a confiar en Doug lo suficiente para poder llegar a las Olimpiadas y robarle a su antiguo compañero el oro que se les escapó en Calgary.
Esta película es un clásico de culto en el género y con motivo. Tiene la emoción de las películas de deporte, con sus montajes de entrenamiento, mostrando los altibajos de la vida de un atleta y las consecuencias de la presión. Además, es divertidísima, con unos diálogos rápidos e inteligentes, especialmente entre los dos protagonistas, cuya química se nota desde el primer momento.
Y, ay, el hockey. La película se centra más en el patinaje, pero tiene muchísima referencias a nuestro deporte: menciones a jugadores, equipos, jugadas… De hecho, mi escena favorita es cuando Doug reta a Kate a un partidillo y ella, orgullosa, acepta, con hilarante resultado.
Y, es que, ¿hay algo más clásico que una pareja de patinadora/jugador de hockey? Es obvio que no. Si no, que se lo pregunten a Tessa Virtue y Morgan Rielley.
10/10, la recomiendo siempre.