En mayo de 2021 salió a la luz una noticia que sacudió el mundo del hockey: un jugador de la plantilla de los Blackhawks de 2010, el equipo que ganó la primera de las tres Stanley que conseguiría Chicago en la década, acusó a Brad Aldrich, entrenador de vídeo, de abusos sexuales.
La acusación por sí sola ya era lo bastante grave, pero toda la información que iba saliendo no hacía más que empeorar la situación: Kyle Beach, que se identificó como el denunciante meses después en una entrevista con el periodista Rick Westhead, alegaba haber denunciado los abusos en su momento al equipo y que directivos como Stan Bowman (el director general), Al MacIsaac (vicepresidente de operaciones) y Joel Quenneville (entrenador principal) lo sabían y habían decidido ignorar esa información para que no interfiriera con la post-temporada.
Y ahí no acabó la cosa, porque aunque los Blackhawks dejaron de trabajar con Aldrich, le permitieron dimitir él mismo en vez de despedirlo y le dieron una carta de recomendación que le ayudó a seguir trabajando como entrenador en universidades, donde fue acusado también de abusos sexuales. Aldrich acabó en la cárcel en 2013 por abusar sexualmente de un menor en Michigan en 2013. La investigación que se llevó a cabo en 2021 concluyó que los directivos de los Blackhawks habían respondido de manera negligente a la situación y que dicha negligencia había permitido a Aldrich seguir cometiendo abusos. Bowman, MacIsaac y Quenneville dimitieron de sus respectivos puestos a finales de ese año y se les prohibió trabajar en la NHL.
El descubrimiento de toda esta información dio lugar a todo un revuelo mediático, con periodistas prometiendo tratar mejor estos temas, no hacer oídos sordos a los rumores y aprovechar su acceso privilegiado a la NHL (una NHL que se negó en más de una ocasión a hablar sobre el tema) para evitar en lo posible que se dieran situaciones como esta. Los equipos escribieron comunicados, gran parte de la afición se volcó con Kyle Beach… Parecíamos dispuestos a hacer lo correcto como deporte.
Pero ahora, menos de tres años después, el lunes 1 de julio, en medio del torbellino de actividad de la agencia libre, Gary Bettman anunció que el 10 de julio los equipos de la NHL podrían volver a contratar a Bowman, MacIsaac y Quenneville. Alega que los tres han llevado a cabo muchas actividades para aprender, que demuestran arrepentimiento y que entienden mejor el papel individual que tienen las personas en posición de liderazgo en la liga. Sin embargo, no se mencionan cuáles son esas actividades, esas muestras de arrepentimiento. No sabemos qué han hecho para merecer una segunda oportunidad como esta.
Es obvio que no hemos aprendido nada. Que todas esas promesas que se hicieron cayeron en saco roto. Nuestro deporte, a pesar de todos sus escándalos (las acusaciones de bullying y novatadas en juniors, los diferentes casos de violencia sexual que han ido saliendo a la luz en los últimos años, los casos de racismo y de maltrato psicológico por parte de entrenadores…) sigue dando segundas oportunidades a personas cuyas decisiones han arruinado vidas.
Y yo me pregunto, ¿dónde quedó la oportunidad de Kyle Beach de tener una vida normal y una carrera en la NHL? ¿Y la del adolescente del que abusó Aldrich tras conseguir con trabajo de entrenador gracias a la carta de recomendación que le hicieron los Chicago Blackhawks? ¿Dónde están las segundas oportunidades de los jugadores a los que una mala relación con un entrenador abusivo les arruinó la carrera?
Todos tenemos derecho a aprender y mejorar, pero trabajar en la NHL es un privilegio enorme, no un derecho humano, y los entrenadores y directivos tienen mucho poder sobre el resto del equipo. ¿Estamos dispuestos a devolver dicho poder a personas que ya han demostrado ser incapaces de lidiar con situaciones así?
Hasta que aquellos en posición de toma de decisiones en nuestro deporte no aprendan que no todo vale para ganar, no se va a producir el cambio cultural que tanto necesitamos. Se siguen sumando manchas, que a la larga son mucho más difíciles de borrar de lo que costó eliminar el nombre de Brad Aldrich de la Copa.