Hace unos días publicamos la reseña de Todo en la vida, una novela de romántica de hockey. Como la tenía pensada y escrita desde hacía tiempo, no quería cambiarla ni añadir información que se alejara mucho de la novela (que además no tiene nada que ver con todo esto); pero con lo que ha pasado las últimas semanas, me dejaba mal sabor de boca hablar de romántica de hockey sin tratar el tema de BookTok.
Vale, ¿qué ha pasado?
Como ya dije en la reseña, la romántica de hockey triunfa por algún motivo que no es correlativo a la popularidad del deporte, que no se acerca a las cifras del baloncesto o el fútbol americano al otro lado del atlántico ni a las del fútbol en todo en el resto del mundo. Y hoy en día, estas tendencias se generan y se desarrollan muchas veces en BookTok, la comunidad literaria de TikTok, la red social con más de mil millones de usuarios. Y allí nuestro deporte está muy de moda.
Es habitual en los fandoms de libros buscar actores o modelos que se parezcan a los personajes para imaginar posibles películas o, simplemente, para crear fanart o contenido sobre el libro. Al ser estos libros de hockey y la red social principalmente de vídeos, obviamente los jugadores reales de hockey ofrecían el mejor material de base.
Aunque había varios jugadores que habían llamado la atención de esta comunidad, ninguno lo hacía como Alexander Wennberg, centro de los Seattle Kraken. Este equipo vio un filón aquí y empezó a interactuar con el contenido de BookTok en su cuenta de TikTok, compartiendo vídeos (la mayoría hoy borrados) y presentando a otros de sus jugadores. Incluso llegaron a invitar a influencers a ver partidos de Play Offs, entre ellos, a Kierra Lewis.
¿Y el problema?
Esta relación simbiótica entre fans de libros y un equipo de hockey nuevo que estaba ganando seguidores de una forma poco habitual parecía idílica e incluso salió en algunos medios como algo «maravilloso». Hasta que, el 30 de julio, Felicia Wennberg, la mujer de Alex Wennberg, publicó varias stories en Instagram señalando cómo el comportamiento de algunas de estas fans «se pasaba de la raya» y era prácticamente «acoso sexual».
«Aunque estoy muy a favor del empoderamiento de las mujeres especialmente en lo que al sexo respecta, hay vídeos y comentarios que han cruzado la línea entre que te guste alguien y sonar agresivo y acosador. Lo que me deja mal cuerpo es cuando vuestro deseo viene con acoso sexual y comentarios inapropiados», dijo Wennberg en Instagram. Además, en esas Stories presentaba ejemplos concretos, entre ellos, de vídeos de la ya mencionada Kierra Lewis.
Esto desencadenó una serie de comentarios por parte la comunidad BookTok, que se vio dividida entre los que apoyaban las acciones de Kierra Lewis y otras influencers y los que opinaban que había límites que no se podían cruzar y que los jugadores son, al final, personas reales. El Instagram de Felicia se llenó de comentarios negativos, lo que llevó al propio Alex Wennberg a comentar que, aunque se había entrenado para lidiar con la prensa y callar si le molestaba algo, no podía no hablar «cuando la gente deja comentarios horribles en el Instagram de mi mujer e incluso en fotos de nuestros hijos».
Lo que pasó después
El tema acabó llamando la atención de los medios, tanto de hockey como generalistas, con artículos, vídeos y episodios de podcasts en los que todo el mundo quería dar su opinión. El fandom del hockey en otras redes como Twitter también quiso participar del debate que, como siempre, acabó derivando en tres o cuatro temas más. Incluso TikTok en español está hablando de esto.
Por un lado, tenemos la discusión sobre si los jugadores de hockey, como famosos millonarios que son, no deberían tener la piel más gruesa y pasar de estas cosas, o si sería trabajo de los fans controlar lo que dicen, especialmente en una época en que la Internet nos da un acceso a estas personas y una visibilidad hasta ahora desconocidos.
Está el asunto de si el equipo de redes sociales de los Kraken no debería haber promovido este contenido o si deberían haber controlado mejor las personas con las que se relacionaban en esa red social, pero otros creen que al menos intentaron acercarse a los fans de una manera diferente.
Hay quien opina que Felicia Wennberg no debería haberse metido o, al menos, no haber señalado a usuarios concretos en sus ejemplos, pero no podemos obviar que al final su marido estaba recibiendo comentarios (y mensajes privados) muy desagradables y no es más que una persona.
Y, luego, cómo no, tenemos los típicos comentarios sobre cómo las mujeres nunca son fans de verdad de un deporte, que solo les interesan los jugadores porque son guapos, o incluso otros, más bienintencionados pero algo torpes igual en mi opinión, de que estas fans les dan mala fama a las fans de verdad.
Cómo no, tenemos los típicos comentarios sobre cómo las mujeres nunca son fans de verdad de un deporte, que solo les interesan los jugadores porque son guapos.
¿Qué opino yo, que para algo estoy escribiendo este artículo?
Creo que es verdad que las redes sociales y lo accesibles que son los famosos hoy en día han hecho daño al diluir las barreras entre las personas. Además, esto es opinión totalmente personal, pero me parece que la pandemia y el tiempo que pasamos todos encerrados ayudaron a reforzar la sensación de que detrás de la pantalla no hay personas reales. Hay como una especie de falta de conexión con la realidad.
Además, a menudo nos olvidamos de que los jugadores de hockey, al final, no son ni tan ricos ni tan famosos en su mayoría. No estamos hablando de actores de Marvel que probablemente ni abran su propio Instagram, sino de gente que leerá su correo de fans personalmente.
Además, a menudo nos olvidamos de que los jugadores de hockey, al final, no son ni tan ricos ni tan famosos en su mayoría. Son personas.
Estos comentarios se llevan haciendo de famosos mucho tiempo, pero antes se hacían en sitios menos públicos, en Tumblr, cuentas privadas de Twitter o conversaciones entre amigos. No veo problema en general en hacerlos; mi problema es cuando se hacen etiquetando a los jugadores, a los equipos, esperando que los vean y esperando una reacción. En un lugar público. Igual que no le voy a decir a una persona aleatoria por la calle que me «rompa la espalda» (una frase habitual en estos vídeos de TikTok), pues tampoco se lo voy a decir en Internet.
Luego, sobre el tema de que estas fans les dan mala fama a las «fans de verdad», me pregunto si cualquier acción cuestionable de un grupo de fans masculinos le da mala fama a todos los hombres que siguen el deporte o si no, si somos solo las mujeres las que nos vemos afectadas todas por lo que hacen las demás. Me pregunto por qué los hombres pueden ser individuos con sus diferencias y nosotras somos un monolito en el que lo que hace una recae en todas. Además, no hay ningún problema con que los jugadores te parezcan guapos (aunque creo que, si es tu único punto de contacto con el deporte, te iría mejor en uno en el que no lleven casco la mayoría del tiempo o en el que tuvieran todos los dientes en la boca; pero para gustos, colores) y no es incompatible pensarlo y hablarlo con tus amigos con ser un fan «de verdad» y ver partidos y seguir el deporte.
No pasa nada por encontrar el deporte de forma poco común (al final, yo empecé con un cómic en el que mencionaban a Sidney Crosby, me puse a buscar información y ver vídeos en Youtube y en un par de meses me estaba destrozando el horario de sueño para ver partidos), no eres menos fan por haber llegado por un libro que por haber heredado el fandom de tu abuelo que vio a los Leafs ganar la Stanley Cup en persona (¿cuántos de nosotros en países hispanohablantes tenemos una historia así? Pocos…)
Me pregunto por qué los hombres pueden ser individuos con sus diferencias y nosotras somos un monolito en el que lo que hace una recae en todas.
No está mal intentar hacer crecer el deporte en demografías poco comunes. De hecho, está genial. Pero alguien del equipo tendría que haberse dado cuenta de que, a lo mejor, centrarse en sexualizar a sus jugadores quizás no era la mejor forma de hacerlo.
Lo que tenemos que tener siempre en cuenta es que estamos hablando de personas reales, con sus vidas, sus familias y sus sentimientos. Internet despersonaliza, pero no podemos olvidarnos de esto. No podemos dejar de tratar a los demás con respeto, especialmente cuando solo intentan hacer su trabajo.