Ivan Provorov comenzó una “nueva moda” que en pleno siglo XXI quizás se queda un poco atrasada a la sociedad en la que estamos o que al menos intentamos ser. Intentar siendo el punto clave de todo este discurso; porque mundos utópicos siempre han existido pero el llegar a ellos es casi imposible. Y que todo el mundo coincida con una idea, es de las utopías más complicadas de nuestra sociedad.
Provorov en enero de 2023, decidió no vestirse en el calentamiento de su equipo con la camiseta del Pride Night que la NHL nos tenía acostumbrados desde hacía ya unos años. Abriendo el camino a que otros jugadores también decidieran declinar el llevar este tipo de camisetas.
Y aquí comienza el gran debate.
Está claro que estaban en su derecho a no querer llevar un tipo de camiseta pero que sea específicamente la camiseta que apoya al colectivo LGTBIQ+ deja mucho que desear en una sociedad que a veces pensamos que está más avanzada de lo que realmente está.
Solo se necesita a una persona que se oponga a algo para romper el hielo y que el resto que piensen como él vayan detrás.
Aquí está la gran diferencia de lo que vimos ese año, tras lo de Provorov, varios equipos (Islanders, Rangers, Wild y Blackhawks) decidieron, a pesar de tener noches programadas del Pride Night, echarse para atrás por proteger a jugadores que querían hacer lo mismo que el jugador ruso de los Flyers.
Es entendible que algunas franquicias quisieran hacerlo. Es más fácil culpar a todo un equipo que señalar específicamente a un jugador. Pero también es injusto, porque hay muchos seguidores de la NHL que disfrutan y aplauden este tipo de celebraciones a grupos más minoritarios. Es llamativo, que ambas franquicias de New York -uno de los estados demócratas por excelencia- estén entre estos nombres.
Mucha gente intentó defenderlo alegando que estos equipos protegían a sus jugadores rusos; lo cuál puede ser cierto, ya que Rusia ha impuesto unas leyes anti-LGTBIQ+ muy drásticas y estos jugadores podrían sufrir las consecuencias al querer volver a su país. Pero si es así, que hagan lo que ha hecho Provorov, negarse individualmente y ya está. Aunque mejor estaría si la negación a llevar la camiseta fuese seguida de un comunicado diciendo que por ideas políticas no se sienten cómodos llevando ese tipo de camisetas, y el mundo lo entendería. Es normal que uno quiera volver a lo que considera casa por mucho que la situación allí no sea la ideal.
Hay que mencionar los jugadores rusos que sí que lo han hecho aun sabiendo la situación de su país. Por obligación de sus franquicias o porque de verdad sienten que es una causa a la que apoyar, hay varios jugadores rusos de la NHL que han llevado la camiseta sin decir nada.
No todo es tan feo como se pinta a veces, se habla tanto de los casos en los que se hacen mal las cosas, que cuando un equipo como Dallas -con Dadonov en sus filas y sabiendo como es el estado de Texas– hizo el Pride Night y todos sus jugadores participaron llevando las camisetas, es de lo que menos se habló.
Hasta ahora, nunca había sido un problema este tipo de noches. Lo que hicieron Dallas o Edmonton esos días, con toda la discusión todavía caliente, era lo normal en pasadas temporadas. Todos los jugadores salían al calentamiento, mostraban los colores de la bandera LGTBIQ+ y se jugaba el partido sin ningún tipo de publicidad extra.
Además es llamativo que después en noches en las que se lleva una camiseta de apoyo a las tropas militares americanas ahí nadie se queja. Da igual dónde hayas nacido o si tu país tiene conflicto con Estados Unidos. La camiseta del Military Night, se lleva sin rechistar. Parece que el problema solo lo tenemos ante un grupo minoritario.
Entre todos los conflictos que se hicieron públicos esas semanas, y tras el caso Provorov, hubo dos casos especiales en los que tres jugadores decidieron no llevar la camiseta del día especial del orgullo por temas religiosos.
Al menos en estos casos: Reimer con los Sharks, y los hermanos Staal en Florida, sacaron comunicados diciendo el porqué de su decisión.
Sigue siendo un paso atrás sabiendo que en años pasados estos mismos jugadores sí que habían participado en la noche del Pride Night de sus respectivos equipos y después de ver que alguien más se había echado para atrás, ellos se atrevieron a decir algo. Es una actitud cobarde porque si son sus creencias, ¿no deberían actuar acorde a ellas durante toda su vida?
Como no todo es blanco o negro, hay casos de jugadores que por el contrario se mostraron como aliados a está causa. Dando un poco de luz en todo este debate que rodeaba a la NHL en esos meses.
Zach Hyman, de religión judía, decía en rueda de prensa:
“Estas personas tienen sus creencias personales, pero no estoy de acuerdo. Por el contrario, hay que apoyarles y acoger a todos porque son una minoría y sufren todavía el ser perseguidos. Hay que mostrar que nos importa y que estamos dispuestos a incluirlos en nuestro deporte”.
Zach Hyman.
Y Matthew Tkachuk, aun sabiendo la decisión de sus compañeros de vestuario de no querer participar y habiendo estudiado también en un colegio religioso, apoyaba contundentemente la causa y hacía hincapié en que todo el mundo es incluido en su vestuario.
Se debió dar tanta importancia a esas declaraciones positivas como se les dio a las que crearon más controversia. Porque al final, la sensación es que la mayoría de esos jugadores sí que estuvieron de acuerdo en querer incluir a todo el mundo. Independientemente de cualquier cosa que les haga distinto a lo normativo en la NHL. Y hay que hablar de ello, de jugadores como Jamie Benn, Connor McDavid o Tkachuk. Que no dudaron en hablar y en apoyar la causa.
En resumen, a veces dan ganas de explicar a algunas personas que por llevar unos colores, por querer apoyar a un colectivo, no implica que seas parte de él. Empatizar ayuda a que el mundo vaya siempre un poco mejor y unas charlas en la NHL sobre este tema, seguro que vendrían bien.