Voy a empezar presentándome: me llamo Ana y me gustan las películas malas sobre hockey. También las buenas, pero las malas tienen un je ne sais quoi que me atrae más. Por eso, aunque David Santamaría está haciendo un gran trabajo hablando de grandes películas sobre hockey, yo hoy vengo a hablar de la que probablemente sea una de las peores películas de hockey que se han hecho: Score: A Hockey Musical [Gol: un musical de hockey]. ¿Y por qué quiero hablar de ella? Porque como película es mala, pero como fuente para entender la complicada relación de Canadá con algunos aspectos de su deporte nacional de invierno… fantástica. Además, la ves con amigos y te echas unas risas (de lo mala que es; los chistes de la propia película no es que sean una maravilla).
Bueno, vayamos al hielo. ¿De qué va esta película?
Score: A Hockey Musical es un musical canadiense de 2010, estrenada poco después de las Olimpiadas de Vancouver, quizás para explotar el tirón del evento (aunque no es que hockey necesite ayuda para vender en el país de la hoja de arce). Otros países han seguido estrategias similares, aunque a la inversa: sacar contenido sobre hockey poco antes de ser sede de las olimpiadas: Corea sacó en 2016 Puck! en preparación a Pieonchang 2018 y China, Mi chica unicornio en 2020. Incluso Rusia, otro país en el que el hockey no necesita presentación, emitió The Junior Team justo antes de Sochi 2014.
El musical del que he venido a hablar, dirigido por Michael McGowan, tiene un reparto que combina actores noveles como Noah Reid y Allie MacDonald con veteranos del calibre de Olivia Newton-John, Marc Jordan o Stephen McHattie Smith. Además, tiene cameos de Nelly Furtado, Walter Gretzky, Theo Fleury y varias celebridades canadienses más. Sigue la historia de Farley Gordon, un chaval de Toronto de padres hippies educado en casa y con un talento innato para el hockey, pero que nunca ha jugado más allá de partidillos con sus amigos y no sabe nada sobre la NHL.
– Podrías ser el próximo Sidney Crosby.
– ¿Cindy qué?
Cuando el dueño de los Brampton Blades lo descubre y le ofrece un contrato, Farley tendrá que enfrentarse a un mundo de fama, hipermasculinidad y competitividad para el que no está preparado, mientras intenta no perderse a sí mismo y conservar el amor por el deporte. De fondo tenemos una subtrama romántica con su mejor amiga (Allie MacDonald), que ve cómo Farley deja de ser el chico del que se enamoró. Todo esto, salpicado con una veintena de canciones graciosísimas, pero de dudosa calidad tanto a nivel musical como de letra y en su mayoría indistinguibles las unas de las otras. La última es un temazo, eso sí:
Esta película es mala, pero ofrece un vistazo a un debate que sigue muy vigente: la violencia en el deporte
Entonces, ¿por qué he visto como cuatro veces esta película que probablemente solo exista porque a alguien le hizo gracia que score significara tanto «marcar un gol» como «partitura»? Pues como ya he dicho antes, no solo porque me gustan las películas malas (y los planos bonitos de ciudades canadienses cubiertas de hielo), sino porque esta ofrece, además, un vistazo a un debate que sigue muy vigente: la violencia en el deporte.
Farley, cuyos padres son anarcopacifistas, se enfrenta al dilema de participar en las peleas y desarrollar un estilo de juego más agresivo o mantenerse fiel a sí mismo. Aunque en la realidad las peleas sean cada vez más escasas en los partidos, figuras como la del enforcer hayan desaparecido prácticamente y sepamos mucho más que antes sobre las consecuencias a largo plazo que tienen los golpes en los jugadores, el debate es recurrente. ¿Se puede jugar al hockey sin golpes? ¿Es la violencia una parte esencial de este deporte? Yo no he venido aquí a hacer juicios de valor ni dar lecciones morales, pero es un tema que merece la pena plantearse.
Si no me echan de NHLMania por haceros a todos escuchar «Hockey, hockey, the greatest game in the land» [Hockey, hockey, el mejor deporte del país] (¿se acordarán los propios canadienses de que, por ley, el lacrosse también es deporte nacional?), a lo mejor vuelvo otro día para hablaros de Mi chica unicornio, una fantasía de serie (mala) sobre una patinadora artística que se hace pasar por chico para entrar en el equipo de hockey de la universidad.